Hablar de lo que no se habla y (por eso) duele. ZOMBA es un libro que surge de la conmoción que generaron en una niña guerras y atentados. Meli Wortman, su autora, se adentra de forma sensible a intentar desentrañar un tema sobre el que, en general, nadie quiere escuchar: la muerte. Junto a El Cometa Ludo y sus ilustraciones, hicimos un libro que enlaza mundos y dolores imaginarios y reales para que tengan su espacio, su abrazo. La atención puesta en desatar con ternura los nudos de la garganta, y así volver a reír.

Hablamos con Meli y nos contó un poco de su historia como escritora, acompañante de procesos de duelos y chamana de muchas otras cosas.

 

¿Cómo surge la idea del cuento y cuál es el recorrido?
¿Por qué decidís que es Muchas Nueces quien debe publicarlo?

Desde chica tuve cierta fascinación por la muerte y todo lo que generaba a mi alrededor. Me daba miedo y también mucha curiosidad. Recuerdo crecer en la época de la Guerra del Golfo y preguntarles a los grandes qué era eso, cómo era posible, qué era la muerte en realidad. Y me respondían que eso pasaba muy lejos, que no me preocupara, que tenía sólo 7 u 8 años y otras cosas de las que ocuparme. Pero un día tembló mi ventana. Era 1994. A unas cuantas cuadras de mi casa, en mi ciudad, se murieron ochenta y cinco personas en el atentado a la AMIA, y ahí ya no hubo “lejos”, era acá, estaba acá, la muerte era real, era tangible y era para todes, a veces natural, a veces así, terrorífica. Tenía casi 10 años y el tema me preocupaba un montón, pero no había mucho acompañamiento en la escuela o en los libros. No era un tema “de chicxs”. Por eso, cuando desde el nacimiento de Muchas Nueces (aún no era socia de la cooperativa, pero fui amiga desde el comienzo) vi que se estaban ocupando de todos esos temas que no eran “de chicxs”, le comenté a Gonzalo de esa inquietud, de las ganas de escribir algo sobre la muerte. Se copó, me insistió. Me imaginé algo con la estética de El Cometa Ludo. Se lo comenté, se emocionó: hacía años que estaba buscando hacer lo mismo, hablar de la muerte con lxs niñxs. Entonces, con el equipo de mis sueños armado, me puse a investigar. Había unos cuantos libros, pero la mayoría escritos desde una perspectiva que a mí me sonaba bastante adultocéntrica: “Somos adultos, sabemos lidiar con esto y vos no, niñx. Por eso te ayudamos”. Entonces, los libros se centraban en muertes de abuelxs y animales domésticos, principalmente, o cuando se trataba de la muerte de un par o algo de una dimensión más comunitaria, se pasaba al mundo de los animalitos. Nunca unx niñx narraba la muerte de otrx niñx. Entonces charlé con niñxs de primaria, observé, escuché y una tarde que se cortó la luz, escribí ZOMBA de un tirón con un lápiz y una pila de papel.

¿Cómo fue escribir sobre la muerte pensando en infancias lectoras

Avanzamos con ese texto, Ludo ilustró todo… y cuando ya lo estábamos cerrando, en terapia me di cuenta de que ese no era el libro que quería hacer. En la versión original, la niña moría y como sus compañeritxs la celebraban tanto, ella volvía a la vida, un poco distinta, sí, y con rastros de la experiencia, pero volvía. Y laburando lo que estaba encarando con mi psicóloga, me di cuenta de que en el cuento y en mis procesos no había lugar para la ausencia, la pérdida. Todo se transformaba rápidamente y tomaba nuevos sentidos, pero nunca dejaba lugar para lo que duele. Y lxs niñxs no tienen vergüenza de llorar, de decir lo que desean, lo que quieren, lo que extrañan. Así que incorporé eso a la observación y limpié de esa mirada adulta el libro y mi propio trabajo interno. Escribir Zomba me ayudó a abrazar mi propia vulnerabilidad, inspirada en el transitar de las infancias y su transparencia.

En aquel momento, lxs Muchas Nueces fueron muy pacientes y pensamos un giro en la historia que fuera más realista, donde la niña no está, no vuelve ni va a volver, y duele. Fue muy importante ese cambio. Hubiera sido otro libro sin eso. Y hoy, después de que ZOMBA me abriera muchos caminos, ya con algunos años trabajando en el mundo de la comunicación de muerte y duelo desde una fundación (más adelante les cuento un poco) y actividades en Traslasierra (Córdoba), donde vivo, pensé algunos cambios en el texto, que son mínimos pero están más alineados con mi forma de entender el duelo en lxs niñxs ahora. Así que tenemos una segunda edición de Zomba, con algunas pinceladas.

¿Qué es enlazar mundos para vos?
¿Hay alguna repercusión/comentario de lecturas que recuerdes que te haya impactado más que otra?

Enlazar mundos es lo que hacen los libros. Que una historia que se me ocurrió y me transformó sea imaginada en colores por un amigo, pincelada y diseñada por una grupa hermosa de compas que apostaron por ella, que me escriban de lugares inesperados agradeciendo que el libro ayudó a un grado o a una familia a atravesar un duelo, pasarme dos horas con niñxs de una biblioteca pública en el medio de la montaña imaginando formas divertidas en que podría haber muerto Zomba, que el librito me haya abierto la puerta a trabajar en comunicación de muerte y duelo como una militancia… eso es enlazar mundos.

¿Cómo atraviesa la pandemia esta historia y qué nuevos caminos toma el libro?

Con la pandemia avanzamos muchos pasos socialmente en relación a perder el miedo de hablar de la muerte. Fue tal la invasión del tema (la amenaza era sobre la vida, te tenías que aislar para no morirte ni hacer posible que otrx muriera, la gente efectivamente se moría y los medios hacían uso y abuso de datos escalofriantes) que de pronto estabas hablando con la vecina de ventana a ventana o con tu mamá por whatsapp de tu miedo a morirte. Incluso no tener miedo, descreer y comunicar eso, implicaba una revisión de la propia historia, crianza, relación con la muerte de otrxs… en fin, de cualquier modo había que tomar posición. Eso es algo que no hacíamos cotidianamente y en la época de la pandemia fue moneda corriente. También muchas personas tuvieron más tiempo, más espacios de reflexión e introspección. Como la muerte y nuestra forma de pararnos frente a ella es un tema íntimo pero también comunitario, necesita de todas esas instancias de intimidad y luego apertura, diálogo. La pandemia ayudó mucho a que se hable y a que se hable con menos solemnidad, desde códigos más cotidianos, y democratizó el “solo voy a encargarme de esto cuando me pase”, porque nos estaba pasando a todxs.

¿Qué es IPA y qué hacen allí?

Ideas Paliativas en Acción (IPA) es una fundación que desde 2015 existe en Bariloche (Río Negro) y de a poco en otros puntos del país con la intención de “mejorar la experiencia humana de enfermar, cuidar, morir y duelar”. Un grupo de amigxs paliativistas (tres psicólogas y un médico) sentían que el hospital “les quedaba chico” y necesitaban ampliar un poco su ámbito de acción a algo más comunitario. Entonces pensaron en poner estas ideas en acción, y empezar a hacer y decir sobre muerte y duelo de muchas maneras: comunicando en redes, publicando un libro, apoyando la existencia de otro libro, escribiendo y actuando una obra de teatro, coordinando capacitaciones y asesorías en escuelas, promoviendo la difusión en medios masivos, llevando adelante supervisiones especializadas para profesionales de la Salud, etc.

Hace cinco años les acerqué ZOMBA para que lo tuvieran como material para trabajar en las escuelas y hubo una chispa hermosa. Me incorporé al equipo y ahora hago muchas cosas dentro de IPA, incluido coordinar el área de Comunicación junto con Echu (Ezequiel Bahillo), otro compa de Muchas Nueces que también se sumó al equipazo interdisciplinario que ahora es IPA. Seguimos apostando a estas alianzas para poder hablar de la muerte amorosamente, con el compromiso de generar espacios de crecimiento para todxs, pero sobre todo donde lxs niñxs puedan mostrarnos todo lo que tienen para recordarnos.

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